Llevo una semana sin escribirte.
Ha sido por una buena razón (para mí).
He hecho un ejercicio que bien deberíamos hacer muchos adultos.
No trabajar durante unos días.
Cosas de las vacaciones de los niños y los juegos de la conciliación.
Hemos estado unos días en Lisboa en familia y he desconectado de redes, mails, webs y demás.
Hoy en día debería ser obligatorio hacer esto al menos una vez al mes.
La vida parece ser de otra manera.
Bien.
Hay una cosa que me pasa cuando voy con mis hijos y te la quería compartir.
(Por si te pasa a ti).
Mi paso al caminar es más rápido que el de mis hijos.
Cuando me observaba caminando estando con mis dos mayores reducía la velocidad para ir a la velocidad de Gael, el mayor (10 años).
Y Enzo, se quedaba atrás (7 años).
Porque iba más despacio, porque iba jugando…
Sin querer me veía hablando con Gael de sus cosas, a su paso y dejando atrás a Enzo.
Que se iba quedando un poco atrás y después corría para volverse a poner a nuestro paso.
Pero me di cuenta que me perdía la conversación con él.
Gael, como buen hermano mayor protagoniza (sin querer) estos momentos.
Y Enzo, como buen hermano menor, se adapta y cede (que lleva toda la vida no siendo el único).
Así que me propuse cambiarlo e ir al ritmo de Enzo.
Parar a Gael, para poder escucharle.
Y ahí es donde me di cuenta de lo que me estaba perdiendo sin querer.
Sus conversaciones, sus reflexiones, sus pensamientos.
Pruébalo si tienes dos hijos.
Normalmente el primero, que ha vivido muchos años de exclusividad, la sigue demandando después.
Mientras que el segundo, como ha vivido siempre con su hermano, está acostumbrado a ceder y vivir compartiendo.
Son dos cosas:
Parar al primero.
Darle espacio al segundo.
Te pregunto: ¿Caminas al paso de tus hijos?
Cuando tienen dos o tres años es fácil hacerlo porque les estamos supervisando aún.
Después, nos metemos en el ritmo adulto y nos perdemos estos momentos.
Yo le llamo, el tempo de la infancia.
Es la velocidad a la que los niños se mueven en la vida.
De ello hablo en el primer capítulo de Educar sin GPS.
Para que sepas como ajustarte a su tempo.
Porque una vez que lo haces, miras a través de sus ojos.
Y eso es un regalo que como padre o madre no te puedes perder.
Un abrazo grande y feliz Semana Santa,
Ares
Pd: No puedes morirte sin llevar a tus hijos a ver la Quinta da Regaleira en Sintra (al lado de Lisboa).
Pd2. Es el jardín, bosque, lago, palacio, pasadizos, cueva más chulo en el que he estado en mi vida.
Pd3: Es un regalo para niños y adultos, y una opotunidad preciosa para jugar, estar en la naturaleza y sorprenderte con la vida.
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