Aún recuerdo estar en la universidad y escuchar asignatura tras asignatura los términos “grupos homogéneos” y “grupos heterogéneos”. Sin embargo, es curioso que después de algunos años en el aula me pregunte: ¿Existen realmente los grupos homogéneos?, ¿Qué es un grupo heterogéneo?

Hoy en día, nuestros niños y niñas conviven en grupos homogéneos según su año de nacimiento. Sin embargo, sabemos que un mes de diferencia entre ellos es clave en su desarrollo y por tanto no va a existir tal homogeneidad.

Se define como aquel grupo de personas que poseen iguales caracteres mientras que la heterogeneidad como un grupo de personas de “diversa naturaleza”. Como todas las personas poseemos un cuerpo, una mente, una historia relacional y una cultura diferente podemos concluir que la homogeneidad no existe.

Lo homogéneo viene de una cultura donde sólo se miraba el aprendizaje como producto y el sistema educativo era una maquina que producía seres humanos iguales independientemente de lo que fuesen. Espera, ¿Acaso no es este el sistema educativo que tenemos?

Creo que sí, al menos en la mayoría de los casos. La dificultad reside en que ya sabemos que el aprendizaje sólo se produce cuando el niño conecta su desarrollo biológico, biográfico o sociocultural con lo que aprende. Nos vemos en la obligación de rediseñar las escuelas y los centros: su estructura piramidal, sus horarios ceñidos a necesidades externas, el aprendizaje como producto, las dinámicas del aula…

Es prioritario generar espacios y tiempos que permitan aprovechar la riqueza del grupo, sus procesos, necesidades e intereses en un marco que respete los ritmos de desarrollo y aprendizaje (independientemente de su año de nacimiento).

Serán espacios donde los docentes sean facilitadores de aprendizajes, acompañen y se ajusten a la diversidad de la vida. Espacios donde los niños crezcan individualmente y se agrupen en función de sus necesidades; donde la flexibilidad se ajuste a lo realmente importante: las personas.

Si esto ya es un reto para la comunidad educativa, aún tenemos otro mayor: conciliar de forma positiva los estilos de aprendizaje, habilidades, ideas y formas de comunicarse que existen en cada grupo.

Aunque como docentes lo tenemos claro y se contempla en aula, no suele darse entre los adultos. La evolución real no llegará si los adultos que les acompañamos no somos capaces de aceptar nuevas ideas, resolver conflictos o comunicarnos con eficacia. Hasta que no reconozcamos la diversidad en nuestros iguales no podremos incorporarlo en el aula.

Para que se pueda respetar la heterogeneidad en el aula se requiere flexibilizar el sistema educativo y además, que los adultos sepan compartir, conversar y convivir con sus iguales.

Artículo publicado en el número 87 de la revista Aula de Infantil de Graó

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Padre de familia numerosa y experto en crianza, educación y organización familiar. Es autor de Educar sin GPS, una visión global de la crianza para que disfrutes por el camino de la editorial Planeta.

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