Soy maestro. Desde hace 18 años. Y desde hace 5 me defino mejor como acompañante. El cambio vino cuando comencé a trabajar en una escuela activa, la mejor y con más solera de Madrid. Pero eso es otra historia…
En educación activa se habla de acompañar los procesos de aprendizaje, no de enseñar, instruir, inculcar…. Se trata de esa teoría que todos los maestros hemos aprendido en la carrera, eso de que el verdadero protagonista de los procesos de enseñanza- aprendizaje es el alumno. Pero materializado de verdad.
En esa escuela, en la que tanto aprendí, tuve la oportunidad de no ser imprescindible para la adquisición de competencias, conocimientos y aprendizajes. Tuve la oportunidad de quedarme a un lado y observar, descubrir y evaluar cómo las niñas y niños adquieren sus propios procesos, cada uno de una forma diferente.
Descubrí cuál es el verdadero rol del maestro: saber con certeza dónde están sus alumnos y cuál es el siguiente escalón al que van a llegar; y desde ese conocimiento profundo ofrecer posibilidades, materiales, retos, preguntas, dudas, oportunidades.
No somos trasmisores de verdades. No deben escucharnos y memorizar el verdadero saber. No somos el baluarte del conocimiento puro. No somos los salvadores de la ignorancia. Simplemente somos una guía, un soporte, una ayuda para que ellos mismos construyan por sí mismos procesos y aprendizajes.
Como describió Vigotsky hace casi un siglo, somos una zona de desarrollo próximo entre lo que saben y lo que pueden llegar a aprender. Somos un puente que marca la diferencia, siempre y cuando tengamos claro que hay miles de puentes y el nuestro no es el único ni el mejor.
Otro concepto que creo fundamental dentro de esta mirada es el del error como proceso de aprendizaje. También es sobradamente conocido en su forma teórica. Y muy poco puesto en práctica. Cuando contean y se saltan un número, cuando escriben y se comen letras, cuando lanzan hipótesis y no son lógicas… Nos sale el ímpetu de corregir, de asentar conocimientos verdaderos, de enseñar aquello qué es y aquello qué no.
No percibimos que el error es parte del proceso, que se corregirá, que no es necesario desacreditar su valía, que desmontamos su capacidad de lanzar hipótesis y contrastarlas, que les hacemos dependientes de nuestra sabiduría, diciendo indirectamente “tú no sabes, yo sí; piensa como yo; hazlo a mi manera y estará bien hecho”.
Soy acompañante porque no importa cuánto sé yo, lo verdaderamente importante es que yo sepa cuánta ayuda necesita la otra persona y dar sólo lo necesario para que los demás crezcan, aprendan, se equivoquen y hagan sus procesos. Y yo estar cerca, observando y aportando el escalón mínimo para avanzar.
Lo mínimo para el cambio, el resto, el 99%, eso es de ellos. Pero sólo si somos capaces de esperar, confiar y sentirnos bien siendo prescindibles (¡cuanto trabajo personal nos falta en nuestro autoestima como profesionales!).
Un ejemplo muy contrastado de todo esto que explico dentro de un aula es la propuesta de Emmi Pikler en cuanto a la adquisición de la competencia psicomotriz en las primeras etapas. Las niñas y niños son capaces de gatear, caminar, correr, trepar, saltar… ¡sin nuestra intervención directa!.
Lo que necesitan de verdad es respeto a su ritmo, confianza en su capacidad y un entorno seguro y estimulante. Los adultos somos muy necesarios pero sólo si aportamos lo que ellos necesitan, sin forzar tiempos, posturas, ritmos, aprendizajes… Nuestro verdadero rol es ser actores secundarios, y dejar el protagonismo a quien lo tiene: las niñas y los niños.
Para cerrar me gustaría decir de dónde viene la palabra acompañar. Creo que es una imagen muy bonita. Significa literalmente “compartir el pan”. Alguien que tiene algo y lo comparte, no lo vende ni se siente superior por su posesión, no exige que te lo comas y que se lo agradezcas, no te saca de la hambruna ni te pide nada a cambio, simplemente comparte su pan.
Algunos libros para ampliar esta mirada
Os dejamos algunos libros que quizá os interesen. Nosotros siempre recomendamos el comercio local y de cercanía por lo que puedes ir a tus librerías de confianza. Pero si quieres hacerlo online, te facilitamos los enlaces:
- Por fin libres. Daniel Greenberg
- Moverse en libertad. Emmi Pikler
- Etapas de desarrollo. Rebeca Wild
- El niño feliz. Dorothy Corkille
- Desplegándose. Elfriede Hengsternberg
- La des(educación). Noam Chomsky
- Terapia de juego. Virginia Axline
- 40 años con ojos de niño. Frato
- Yo nunca fui a la escuela. Andre Stern
- Cómo se equivocan los niños. John Holt
- Los 100 lenguajes del niño. Loris Malaguzzi
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