Suena el despertador. Te levantas con cansancio. A la ducha. Te vistes. Preparas el desayuno. Despiertas a los niños. Mucho sueño. Desayuno común. Perezas y prisas. A vestirse. Recoger la casa. Zapatillas. Ascensor. Coche.
Quitas cinturones. Andáis. Conversar, risas. Despedida, abrazos, besos, amor. Vuelta al coche, cinturón de la silla. Dificultad y enfado. Llegar a la escuela. Aparcar. Despedida de la pequeña. Amor, miradas y un beso en la frente.
Son las ocho y cincuenta minutos. Empieza la jornada de trabajo, tomas aire y saludas a tus compañeras. Una sonrisa en la cara y la mejor disposición. Preparas el espacio y llegan tus primeros peques. Agacharse, contenerlos con el cuerpo, acompañar sus emociones. Conversar y contener a su madre, o a su padre, o la abuela, o quien le trae.
Llega Manuel, luego Noa. Repasas la programación. Te centras de nuevo. Llega Iker. Llora. Sostienes su tristeza. La de su madre. La de su padre. Miras al grupo. Detectas necesidades. Iker llora. Resuelves un conflicto. Miras a Iker. Se calma en tus brazos. Aparece Clara. Llega tarde. Sonríe. Juega.
Inspiras y tomas aire. El ruido baja y parece que cada cuál hace sus propios proyectos. El ambiente se ha relajado y puedes mirar a todo el grupo. Te detienes a observar sus necesidades individuales, su momento de desarrollo evolutivo. Te acercas, registras momentos y disfrutas viendo sus procesos de juego. Parece como si el tiempo se hubiera detenido, como si estuviéramos en el campo jugando sobre la hierba fresca. Cogiendo ramas ásperas y piedras rugosas; observando las hormigas entrar y salir; oliendo el dulzor de las flores y la tierra húmeda…
Hora de recoger. Acompañas. Paciencia. Marcas algún límite. Paciencia. Os sentáis en corro. Se levanta Hugo. Se va. Te levantas. Volvéis. Dispersión. Contienes al grupo. Repartes desayuno. Comen. Silencio momentáneo. Respiras. “No me gusta”. Acompañas. Terminan los primeros. Juegan. “No quiero más”. Acompañas a unos y calmas a otros.
Abrigo. Cremallera. Abrigo. Cremallera. Bufanda. Abrigo. Cremallera. Gorro. ¡Guantes! Paciencia. Abrigo, abrigo, abrigo. “Una más y ya”. Abrigo. Cremallera. Patio.
Se hace el silencio en el espacio. Sigues en cuclillas y te miras desde fuera, viéndote en medio del aula mientras el grupo sale corriendo. Tu cuerpo comienza a calmarse y tu cabeza se va liberando de tantos estímulos sonoros y visuales. Te levantas, miras alrededor y recreas todas las imágenes de juego que has visto en la mañana. Recoges la bandeja del desayuno, unos papeles y organizas un poco el espacio…
¿Cómo es el relato de tu vida? Hemos estado confinados durante mucho tiempo, todo se ha parado y las relaciones han cobrado un nuevo valor. ¿A qué quieres darle importancia?, ¿cómo quieres vivir?
Artículo publicado en el número 104 de la revista Aula de Infantil de Graó
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