Acabo de discutir en casa, no llegamos al colegio. Mi hermano ha llorado todo el camino. No me han podido peinar porque teníamos mucha prisa. Estoy cansada porque ayer me dormí más tarde. Entro a clase donde están mi profe y mis amigos. ¿Podré descansar?
Este ejemplo banal podría reflejar la realidad escolar que viven muchos niños y niñas por las mañanas. Momentos que se viven a toda velocidad y donde llegar al colegio se convierte en un acto de supervivencia familiar.
Este ritmo agitado de la mañana es sin duda difícil de llevar para la infancia, ya que tiene un “tempo” que va más lento que el de los adultos. En estos momentos y en otros similares es cuando aceleran sus procesos y fuerzan su máquina interna.
¿Existen espacios para el “descanser” en las escuelas?
La cuestión es si en los centros educativos existen espacios donde puedan soltar toda esa velocidad, esa presión a su desarrollo y volver a retomar y conectar con sus ritmos internos.
José María Toro nos describe “descanser” como la acción de descansar para ser. Llevando este concepto a la escuela, se trata de generar espacios donde puedan recuperar su centro, volver a conectar con su identidad más profunda, parar el cuerpo y renovar su energía para volver a las propuestas que se hagan con una nueva presencia.
A veces contemplamos en los centros propuestas metodológicas que buscan estos propósitos como hacer yoga, meditación o mindfulness. Sin duda son necesarias e interesantes en un sistema educativo enfermo de hacer y hacer. Sin embargo, la propuesta que planteo es generar estos espacios de descanso donde puedan acceder de forma autónoma a su propia calma.
Este curso me propuse habilitar en el aula un espacio específico con el único objetivo de que pudieran “descanser”. Aproveché el famoso recurso de la biblioteca para establecer un espacio al que pudieran ir cuando lo necesitaran.
Me he descubierto muchas veces a lo largo del curso sonriendo al ver cómo llegaban por la mañana, se tumbaban y permanecían 20-30 minutos descansando y observando a sus iguales. Cómo después de un rato de activación iban a leer y descansar. He disfrutado al ver como el descanso les devuelve luego al mundo escolar con un nuevo talante y una renovada frescura.
Un momento, ahora que hablamos de estos espacios tan necesarios para la infancia, igual sería muy interesante que los docentes también nos ocupáramos de tener tiempos para el “descanser”.
Artículo publicado en el número 100 de la revista Aula de Infantil de Graó
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